Cuando llueve solo hace falta mirar al suelo, en el reflejo de cada gota de agua, para darte cuenta que es allí donde se esconde todo lo que creías haber olvidado. Es el hipocentro que te recuerda que lo que te dolía sigue ahí y no se va a marchar sin nada entre las manos. Porque aún no hemos escrito el punto final a esta historia. No hasta que dejes de asaltarme en sueños.