martes, 8 de enero de 2013

When sun goes down

Déjame que te diga que ni tú ni nadie va a sorprender mis neuronas por la noche. Que sale de bajo mis arterias ese afán insostenible de comerse cada átomo de oxígeno de detrás de la ventana. Un golpe seco y cada microcristal golpeará el suelo de ese escaparate de Tiffany's que tanto les gusta a las snobs de ciudad. Jódete. Joderos. Porque con cada destrucción de lo artificial empieza el renacimiento de algo más grande por dentro. Acaba con todo, escríbele un post-it a tu compañero de piso y dile que se quede con tu armario, tus sábanas, tu despertador, la mesita de noche, la almohada, el teléfono movil, la ropa interior, el sujetador de encaje, la lámpara del techo. Con que te lleves tu piel basta. Que a veces nos perdemos en los píxeles que nos rodean y se nos olvida que fuera de las cuatro paredes que nos aprisionan nos espera un sinfin de puro magnetismo. Corre, que ahora es tiempo de salir sin pensárselo dos veces a sumergir la cabeza en las cataratas del Niágara y volver para dormir en cualquier bosque de coníferas. Sin tiempo. Ni humanidad. Ni horarios. Ni trenes en espera. Ni andenes que se enreden en las vías de tus pies. Mientras el impulso eléctrico de los cables recorre la fibra óptica, el universo no se detiene para ti, ni para nadie.