martes, 5 de marzo de 2013

Solía decirse que gritar no es suficiente, el sonido no captura la materia. Bajo el estupor reflejado en la vibrante luna blanca iba y venía la espuma que marcaba el fin de cada remolino horizontal de agua. No encontraba cobijo si no era allí, bajo el frío tenaz que el vendaval nocturno llevaba hasta los acantilados durante la madrugada. Quizá era por eso, por el esquivo encuentro entre el mar y la roca, por lo que no volvió al arcén. Fundirse con el sombreado horizonte era demasiado tentador como para dejarlo escapar.