lunes, 22 de noviembre de 2010

Once upon a time



Recuerdas aquel cálido rostro? Chispeante de felicidad, sin agonía alguna... Quedó ya muy atrás en el tiempo, olvidado en un camino empedrado, como los de antes. Donde antaño pasó una carroza tirada por tres corceles negros, aguardando dentro quien sabe qué eminencia. Al fin y al cabo, solo es un sentimiento ligado a la ignorancia que tarde o temprano se acaba perdiendo. Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que plasmé mi mente en este rincón desdichado, nacido de la necesidad involuntaria de expresar aquello que no me atrevo a decir a la cara. De vomitar aquello que el valor me impide. Han pasado tantos meses en los cuales a retazos he vuelto a ser la chiquilla que era antes de que todo esto pasara, he reído, he llorado hasta desfallecer, me he emborrachado, me he ahogado en caladas,... Todo para poder olvidar, para lograr reconducir mi vida de una puñetera vez por todas y salir de este malido infierno. ¿Y qué me encuentro ahora? De nuevo entre las sombras, otra vez encerrada en la paradoja de que suceda lo imposible y entonces otra vez comidas de cabeza, el trasfondo de mi mente que no calla en la medianoche. Deseando que aquella noche jamás hubiese terminado y no haber subido a aquel cercanías de regreso. Maldigo el momento en el que las varillas del reloj aceleraron simuláneamente su paso mientras nos perdíamos en la noche, bajo el manto helado de la luna llena; desdibujando tu sonrisa entre la opacidad de tus rizos. Mirándome tras los cristales de esas gafas tan tan... Indescriptibles que me hacen elevarme hasta las nubes al divisarlas a lo lejos. Ojalá el miedo no me impidiese gritar desde lo alto de un precipicio que por ti, amor, dejaría que mi aliento cesara.

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