lunes, 11 de agosto de 2014

0.1

Amanecía diferente sobre la silueta recortada de las dos islas que conseguían verse desde aquella arenosa costa mediterránea. Las cumbres de roca solo permitían que pequeños haces de luz se colaran y acabaran serpenteando sobre la superficie marina. De todas formas las olas ya presagiaban aquello que el Sol aún ocultaba. La espuma gritaba el nombre de aquel pescador varado, verde, volátil cuya piel ya arañaban los cangrejos ermitaños y alguna medusa despistada. El espacio-tiempo, cíclico, hace que todo termine donde empieza, nadie escapa al eterno retorno. Inevitablemente, él no iba a ser menos y su barba áspera y gris empezaba a formar parte del ambiente intersicial. -

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