sábado, 2 de noviembre de 2013

La textura del asfalto desgastado y las farolas oxidadas, la marca de las manos en la pared y el borrón de polvo de los retrovisores de madrugada. El perderse entre neumáticos y matrículas a base de golpes secos. Eso que se ve mejor con cali en las venas y velocidad desprevenida.

domingo, 20 de octubre de 2013

Lines.

El carraspeo de las vías del tren vuelve a ser rutina, son esos 300 km que te tocan por la espalda para que no los olvides. Es extraña la sensación de agobio, es solo una cifra. Una maldita cifra, inexacta a demás. En realidad son 300 km y un taxi y un par de calles y las escaleras y el ascensor. Pero a veces lo que importa es lo que hay detrás de esos tres números... Vuelve a quedar lejos encontrarme todas esas pinturas remachada en la pared, reflejo de tus huellas dactilares. Es tu vómito interno diciéndole al mundo que estas ahí, copias anónimas que en realidad te desnudan. Cada pigmento es una tarde rodeado de latas de cerveza o de ilegalidad, cuentan las historias de los años que pasaste en las calles buscándote. La construcción de una mente cuya complejidad permanecía arrecerada tras unas camisas de cuadros y esas manos manchadas de acrílico. Las líneas paralelas -por muy cerca que estén- nunca se rozan ni sabrán la una el tacto de la otra, es cuando se cruzan cuando todo cambia. Cuando la individualidad de su naturaleza de línea se destruye y define el caos rompiendo las reglas. El dos convirtiéndose en uno. Confluir para buscar la singularidad, el punto, la mínima expresión, la dimensión más reducida. Buscamos nuestro propio big bang en el orgasmo.

martes, 27 de agosto de 2013

Al cerrar los ojos, se abren hacia dentro. Es entonces cuando veo otra vez el cuadro de aquel viejo indio (con sus plumas, sus arrugas y su piel colo tierra) y a su lado las camas de patas metálicas, así como de aluminio, frágiles. Tampoco escapa a mi mente el techo enyesado cubierto de telarañas y sus respectivas inquilinas. ¡Cuánto me asustaban entonces y cuánto anhelo volverlas a ver ahora! Como si ese tiempo fuese ahora una mentira, una calada que se confunde con el humo que sale de cualquier chimenea e inunda la ciudad, cubriéndola de asfalto. Las imágenes de cuando aquel paraíso etnológico me superaba la cabeza y difícilmente podía avanzar entre la maleza sin que rozase mis mejillas una rama de hinojo seco. Sí, seco pero aún con su característico olor anisado, idéntico al abdómen de las arañas tigre. Apartando la vista, también soy capaz de volver al pequeño tejado rojizo, y el tacto liso de sus tejas que se distorsiona al topar con los líquenes (y sus cruzadas por conquistar la totalidad de la superficie). Las paredes rugosas uniéndose al unísono con los marcos de madera maciza y con el suelo pulido y andado. Un paseo por el pasado.

lunes, 12 de agosto de 2013

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Sobre cualquier tipo de construcción estereotipada se refleja el claro rasgo obsesivo-compulsivo del pesimismo terrícola actual. Lo normal es querer huir, tanto hacia dentro como hacia fuera, eso ya es cosa de la elección subconsciente que se tome. Pero la pregunta es: ¿De qué escapamos? ¿Qué hace que muchas vidas vivan por y para huir? Y tú, ¿qué excusa te has impuesto? Sea lo que sea, perderse es un riesgo mucho más alto si fluimos hacia dentro que hacia fuera; si miras hacia dentro de tí, debes hacerlo con los ojos cerrado. Discernir donde terminan las uñas de los pies y donde comienza el suelo no es tarea fácil.

martes, 5 de marzo de 2013

Solía decirse que gritar no es suficiente, el sonido no captura la materia. Bajo el estupor reflejado en la vibrante luna blanca iba y venía la espuma que marcaba el fin de cada remolino horizontal de agua. No encontraba cobijo si no era allí, bajo el frío tenaz que el vendaval nocturno llevaba hasta los acantilados durante la madrugada. Quizá era por eso, por el esquivo encuentro entre el mar y la roca, por lo que no volvió al arcén. Fundirse con el sombreado horizonte era demasiado tentador como para dejarlo escapar.

martes, 12 de febrero de 2013

Eran un momento inexacto de la madrugada, o quizá el sol ya se había recostado en lo alto y yo seguía inmersa en mi mañana ficticia, alimentada por el desorden onírico del sábado anterior. Mis globos oculares detuvieron por un momento sus movimientos de ensueño y me sorprendí parpadeando de repente, sin razón alguna. Pero entonces, lo vi. Vi las arrugas de las sábanas enmarañadas aún en los pies de la cama, vi también la almohada hundida y recorrió mi pituitaria una sutil brisa de cansancio. Tuve que darle las gracias a la espesura de la persiana por no haberme despertado antes. Me sonreía lo desprotegido, una piel que se erizaba con el simple contacto de dos átomos y entonces comprendí el por qué de aquella entropía escurridiza que no hacía más que absorber cada rincón del dormitorio. Allí estaba, te dejaste pegada tu piel a mi cama, el recuerdo de aquella escapada y las ganas de desgastarte hasta los huesos.

martes, 8 de enero de 2013

When sun goes down

Déjame que te diga que ni tú ni nadie va a sorprender mis neuronas por la noche. Que sale de bajo mis arterias ese afán insostenible de comerse cada átomo de oxígeno de detrás de la ventana. Un golpe seco y cada microcristal golpeará el suelo de ese escaparate de Tiffany's que tanto les gusta a las snobs de ciudad. Jódete. Joderos. Porque con cada destrucción de lo artificial empieza el renacimiento de algo más grande por dentro. Acaba con todo, escríbele un post-it a tu compañero de piso y dile que se quede con tu armario, tus sábanas, tu despertador, la mesita de noche, la almohada, el teléfono movil, la ropa interior, el sujetador de encaje, la lámpara del techo. Con que te lleves tu piel basta. Que a veces nos perdemos en los píxeles que nos rodean y se nos olvida que fuera de las cuatro paredes que nos aprisionan nos espera un sinfin de puro magnetismo. Corre, que ahora es tiempo de salir sin pensárselo dos veces a sumergir la cabeza en las cataratas del Niágara y volver para dormir en cualquier bosque de coníferas. Sin tiempo. Ni humanidad. Ni horarios. Ni trenes en espera. Ni andenes que se enreden en las vías de tus pies. Mientras el impulso eléctrico de los cables recorre la fibra óptica, el universo no se detiene para ti, ni para nadie.